domingo, 5 de septiembre de 2010

Conociendo Japón

Muchas de las civilizaciones que han existido a lo largo de la historia han explicado los orígenes de la tierra en términos mitológicos. Hoy todavía se sigue contando en Asiacómo se creó Japón. Según esta leyenda, la diosa Izanan y su hermano Izanakimintrodujeron una espada en el océano y las gotas de agua que cayeron de la hoja formaron un grupo de islas al este del continente asiático, unas islas que se convirtieron en la cuna de una nueva civilización: Japón.

LA CONSTRUCCION DEL PAIS DEL SOL NACIENTE

La civilización actual japonesa está repleta de minimalismo, de culto a la no extravagancia y la paz. El término japones que define todo ese concepto es armonía. Se trata también de un pueblo amante de la naturaleza, respetuoso con su medio ambiente y creador de espacios agradables y sosegados. Todo ello está relacionado con su estilo de vida y con su profunda fe: el budismo y el sintoismo.
Históricamente, hacia el año 100 antes de Cristo, una joven nación empezó a establecerse en la llanura de Yamato, se trataba de gentes venidas del continente asiático, de la actual Corea, que habían llegado a la isla varios siglos antes. Previsiblemente, antes de la llegada de los continentales ya existía en las islas japonesas algún pueblo procedente de las conocidas como las islas del sur, Polinesia. De hecho hay palabras japonesas y aspectos de la arquitectura y de las prácticas funerarias que están muy relacionadas con ciertas costumbres polinesias, aunque la mayor influencia fue ejercida por el continente, borrando cualquier otra tradición o costumbre anterior.
No en vano, Japón no tuvo un sistema de escritura hasta la llegada de los pueblos continentales, así que no existen pruebas científicas y documentales sobre la existencia de estos pueblos polinesios originarios de Japón.
La primera prueba histórica de la existencia de Japón se encuentra en un documento chino fechado en el año 57 después de Cristo. Dicho documento describe la visita a China de un diplomático llegado de las islas del este. Hay constancia documental histórica de las relaciones que surgieron desde entonces entre ambos países. Además, fueron los Chinos los que llamaron a Japón el país del sol naciente. Los contactos culturales y filosóficos entre ambos territorios crecieron durante los años y siglos siguientes.
En el siglo VI después de Jesucristo llegó a las costas japonesas una gran religión china: el budismo. Sin embargo, el pueblo japones ya disponía de una creencia propia, los japoneses practicaban un culto informal consistente en la adoración de un gran número de divinidades: el sintoísmo o camino de los dioses.
El budismo nunca llegó a eliminar las viejas creencias, pero se convirtió en un elemento central de la vida japonesa. Esta nueva religión empezó a hacerse muy popular a partir del siglo VI en la corte japonesa, extendiendose a continuación por todo el pueblo. El budismo vino de la civilización china y pronto se introdujo en la cultura tradicional nipona: se asimiló su sistema de escritura, su sistema de gobierno y el uso de los templos como centros de aprendizaje y civilización.
Ese es el momento en que la corte japonesa adoptó todo o casi todo lo que llegaba del continente, de China. Se desarrolló una monarquia similar a la China, con leyes chinas y se crearon unas ciudades que tenían un gran parecido con las del continente.
En los siglos VI, VII y VIII, el budismo se convirtió en el elemento dominante de la vida espiritual japonesa, tal es así que la nueva fe también empezó a influir en los asuntos políticos del reino. Japón era un imperio asentado y establecido, pero no disponía de una capital permanente, ya que la tradición sintoista dictaba que cuando un emperador moría su sucesor debía encontrar un nuevo lugar desde el que gobernar; sin embargo, con el ascenso del budismo esta tradición fue abandonada. Así, en el año 710 el emperador estableció la capital permanente en Nara. A finales del siglo VIII la capital fue trasladada a Haira, la actual Kioto, donde permaneció durante casi 11 siglos.
Los emperadores fueron perdiendo poder político y decisorio según avanzaban los siglos, ya que a lo largo de la historia japonesa los que realmente ostentaban el poder en lugar del emperador fueron las poderosas familias o clanes nipones. Ya en el siglo IX, los verdaderos gobernantes de Japón eran una importante familia y no el emperador, que poco a poco se iba retirando de la vida política. Esta división entre el teórico jefe del Estado y la verdadera fuente de poder se fue consolidando. Es decir, el sistema imperial de Japón se mantenía por cuestiones culturales, pero no gracias al poder o a la riqueza. El principal papel del emperador y de su corte era la de mantener una visión cultural del país.
La vida del emperador era por igual lujosa y frustrante porque vivía encerrado en el palacio imperial pasando el rato con entretenimientos, pero sin participar en ningún asunto de Estado ni ejercer ningún poder real.
La etapa historica hasta el siglo XII es considerada por muchos estudiosos de la cultura nipona como su Edad de Oro.
Las relaciones entre China y Japón fueron paulatínamente languideciendo a medida que Japón desarrollaba su propia identidad nacional, pero las ideas e influencias del continente sobre las islas seguían teniendo una gran importancia.
Durante el siglo XI se consiguieron algunos de los más destacados logros artisticos de Japón, como la creación de distintas escuelas budistas y la construcción de pagodas o templos, dando lugar a edificios de una gran importancia arquitectónica.
En las primeras décadas del siglo XII empezaron a emerger distintos rivales potenciales al del poder establecido. Comenzó la lucha por el poder entre distintas familias y clanes poderosos de Japón, que dió lugar al estallido de una guerra civil entre clanes en 1158. Después de distintas batallas y luchas encarnecidas, en 1195 Japón superó la etapa anterior y se abrió una nueva fase en la historia japonesa. A pesar de que el emperador continuó residiendo en Kioto, el nuevo gobernador decidió emplazar su poder en la ciudad de Kamakura, cerca del actual Tokio.
Durante los siguientes cinco siglos, la sociedad japonesa se caracterizó por poseer un fuerte componente feudal y los señores terratenientes gobernaban su propio territorio, lo que provocó que el país estuviese tremendamente dividido. En consecuencia, a menudo surgían disputas entre señores feudales, lo que ocacionaba conflictos y guerras por el territorio.
Esta es la época en que comenzó a surgir una nueva clase profesional de guerreros, los samuráis. Se trataba de un grupo de hombres dedicados enteramente a la guerra y la defensa del señor feudal. Originalmente, los samuráis desempeñaban las funciones de policía contratados por un señor para proteger sus tierras y propiedades. Sin embargo, a medida que los conflictos se hacían más extensivos y se incrementaba la militarización de Japón, los samuráis de combirtieron en una clase guerrera con personalidad propia.
El samurái se convirtión en un guerrero venerado cuya única ocupación era luchar a favor del terrateniente al que apoyaba. Además, los samuráis poseían su propio código de honor, rituales y ceremonias. La conducta del samurái o guerrero se sustentaba en una base política y religiosa con un fuerte componente budista zen, es decir, se entendía que el verdadero guerrero, el samurái, no debe preocuparse por los detalles insignificantes del mundo, como el miedo a la muerte; en consecuencia, un fiel discipulo del código samurái es feliz a la hora de entrar en combate, porque sabe que si muere no sucederá nada. El samurái está entrenado, en definitiva, para morir en combate.
El budismo zen tuvo su máximo apogeo durante los siglos XV y XVI. Fue precisame en el siglo XVI cuando se exteriorizaronlas muestras más destacadas de la vida y cultura zen: arreglos florales y arte en el diseño de parques y jardines. De hecho, una gran mayoria de jardines y espacios verdes fueron decorados y diseñados según la costumbre zen durante esa época. Además, el crecimiento del budismo zen originó numerosos actos ceremoniales, como el ritual acto del té, que reflejaba la espiritualidad de la época. La ceremonia del té posee un significado religioso y social, y se realiza por medio de unas normas muy jerarquizadas: el maestro de ceremonias enciende un brasero de carbón sobre el que preparar este tipo de té; para beber el té se requiere de unos cuencos especialesy envejecidos que son utilizados con un gran ceremonial para degustar el primer té; también se sirve a los invitados un pequeño aperitivo conistente en unas galletas secas; y una importante parte de la ceremonia es el elogio al té, al aperitivo y a la conversación. En laceremonia del té se usa una planta muy fuerte, de la que solo se beben un par de tazas al día, también es un té muy espezo que incluso puede llegar a marear. Por ello, cuando la persona bebe ese tipo de té en posición arrodillada fomenta una actitud de concentración y meditación. Además, los japoneses comprobaron que el té mantenía despierto a la persona, por lo que consumir esta bebida era bueno tanto para rezar y recitar textos religiosos como para concentrarse y estar despiertos.
Después de las disputas territoriales entre señores y las guerras civiles en Japón -desde el siglo XII hasta el siglo XVII-, se implantó un período de paz y de relativa calma, que comprendería los siglos XVII, XVIII y XIX. Durante este período histórico, el código del guerrero o conducta del samurái seguía estando plenamente vigente. Fueron estos tres siglos cuando se quedaron sentadas las bases de lo que debería ser un samurái, como personaje militar y como ciudadano civil.
Los samuráis demostraron siempre valor, resistencia y lealtad en nombre del código ético y militar que les guiaba, sin embargo hoy en día son especialmente recorados por su habilidad en las armas y en el combate. No en vano, el samurai tenía un aspecto imponente: armaduras con placas de hierro superpuestas y unidas con cordones de colores, lo que le proporcionaba una gruesa capa protectora, además llevaba protectores suplementarios y protección en las piernas y el cuello.
Como arma de batalla, el samurái portaba la espada samurái, aunque en realidad el guerrero llevaba dos espadas: la de hoja corta, que era utilizada para la ejecución del suicidio ritual cuando así lo exigía el código de honor del samurái; y la espada de batalla o espada samurái.
La espada de lucha era fundamental para la identidad del guerrero, ya que se creía que el alma del samurái estaba denro de la misma y que los artesanos que fabricaban esta arma poseían poderes sobrenaturales.
La espada, al igual que la armadura, era una creación de gran belleza, pero sobre todo era un arma para matar, ya que un solo golpe podía cortar a un hombre en dos. La fabricación de la espada se realizaba por medio de acero con carbono, en lugar de acometerse en hierro, lo que permitía que la espada y la hoja fuese mucho más fina, fuerte y duradera.
Japón vivió un periodo de paz, de estado centralizado y de aislamiento total y absoluto con el exterior entre 1638 y 1867. A pesar de ello, el país no se estancó y se registraron importantes avances en la vida cultural y social japonesa.
La era de paz trajo consigo un paulatino debilitamiento del papel de los samuráis que, en ocasiones, tuvieron que trasladarse a ciudades en expansión o incipientes zonas urbanas. En el siglo XVIII, el centro urbano del actual Tokio era la ciudad más grande del mundo.
Algunos antiguos guerreros consiguieron properar en la ciudad en áreas como la administración o la enseñanza, sin embargo, otros desaparecieron en la vida nocturna de las nuevas ciudades, abandonados a la bebida o buscando consuelo en las geishas, que empezaban a constituirse durante esta época.
En la década de 1860 y tras las presiones de las potencias industrializadas de occidente, Japón acabó abriendose al mundo exterior. Fue la época en que el emperador retomó el poder político y el gobierno después de 11 siglos en manos de señores de la guerra y líderes territoriales.
A partir de ese momento, Japón caminó por la via de la industrialización a una velocidad asombrosa. En la etapa de la Segunda Guerra Mundial, en pleno siglo XX, la nación japonesa se había hecho tremendamente poderosa. Tan solo la bomba atómica, lanzada por Estados Unidos, logró detener un imperio que había conquistado una amplia zona de Asia y el Pacífico.
Aunque los japoneses fueron derrotados en la segunda guerra mundial, la identidad nacional de Japón sobrevivió hasta nuestros días.

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